I would like to be a Fraggle

No sé si os acordáis de los Fraggles, esas extrañas criaturas peludas, con una multitud de colores en su pelaje, que se pasaban todo el día jugando, cantando, explorando el mundo y disfutando. De pequeña creía que eran una panda de locos que vivían en una roca de algún lugar del mundo. Yo disfruté mucho de los Fraggle Rock y de otros muchos dibujos que apelan a mi -nuestra- nostalgia y de los que, al menos hoy, no os he venido a hablar. Sin embargo, sí que me váis a permitir la licencia de utilizar a los Fraggles como recurso principal de autoliberación a la hora de exponer algunas cosillas que, como a todos, me preocupan cada vez más. No sé si tenéis la habitual costumbre de leer los periódicos de nuestro país... pero, la verdad, la cosa es aterradora, o te da por llorar o te da por reir, eso sí, indiferente no te quedas porque la cosa no está nada, nada bien.

Me gustaría hablaros sobre la victoria de La Armada Española en la Copa Davis, sobre cómo el Real Madrid intenta salir de la crisis, sobre el relativo tropiezo del Barça y frivolidades que tanto me gustan similares. Pero, la incapacidad de aislarme de lo que de verdad está ocurriendo en el mundo, o al menos de la parte que nos llega a través de los medios, me lleva a hablaros de otras muchas cosas que no deberían pasar de largo, que no se deberían quedar en noticias de actualidad cuya caducidad es siempre temprana. Hay temas que deberían preocuparnos tantísimo a los humanos que habitamos el mundo que, por intentar darle un poco más de permanencia y perdurabilidad, voy a plasmar en el blog. Además, me comprometo -o no, dependerá de si mi pereza habitual me da un respiro- a actualizaros la información sobre los mismo porque, aunque éste no es un blog de solidaridad, sí que es mi blog, y yo me identifico y preocupo mucho con estos temas.

No voy a hablaros de la crisis o recesión mundial, como lo llaméis, pues ya lo hice hace tiempo a pequeña escala y simplificando y, para qué contar algo que todos vivimos día a día, ¿no? Además, mi desconocimiento total sobre temas económicos me deja algo inútil para hablar de ello, así que pasaré palabra y me centraré en otros asuntos. Como, por ejemplo, la situación que está viviendo la República Democrática del Congo, una sociedad con más de 50 años de guerra a sus espaldas donde, a pesar de un pequeño receso de la violencia desde el 2006 hasta agosto de este año, se han retomado los enfrentamientos armados entre la Guerrilla de los Rebeldes Tutsis (RDC), dirigidos por el general Laurent Nkunda y las tropas del Ejército Congolés. Es soprendente cómo somos los primeros en decir que la Guerra de Irak era una guerra por el petróleo y todos los días recibía una media de dos o tres páginas en cada períodico con una cobertura espectacular -incluso hoy-, y conflictos tan importantes como el del Congo, sin petróleo por el medio, pasan casi desapercibidos en nuestra sociedad.

En la República Democrática del Congo llueve sobre mojado, llueve sobre una tierra que ha vivido la condena de la cólera motivada por la falta de saneamiento y agua potable, la tuberculosis, el hambre, las violaciones, los saqueos, el desplazamiento obligado, el terror que sólo una guerra sinsentido, como lo son todas, puede aportar a una sociedad. Qué deciros sobre el día a día en el Congo que no podáis imaginar, qué deciros sobre el sufrimiento diario, qué deciros sobre l@s niñ@s y la tristeza y el odio que come poco a poco su inocente niñez a base de abusos y pérdidas traumáticas. Qué deciros que no se haya dicho ya... Pues sí, os voy a decir una cosa. No dejéis que sean los medios de comunicación los que estimen qué es o qué no es importante y ayudad a reivindicar mayor ayuda humanitaria para el Congo, entre otras muchas sociedades inmersas al igual que ésta en la epidemia de la guerra. (Infórmate en Wikipedia, aquí, aquí, aquí, aquí o aquí).

Retomando mi vía de escape incial os diré que si los Fraggles viesen cómo nuestra sociedad se está comportando ante la situación del Congo, encontrarían una solución a base de mucho hablar entre ellos, de equivocarse en alguna decisión y de actuar por el bien colectivo, porque así eran ellos, una sociedad que llegaba a conclusiones positivas mediante el diálogo y el uso de alternativas aplicadas a la resolución del conflicto,... aunque luego esos personajillos de colores no eran conscientes de la lección que habían aprendido o de la enorme capacidad resolutiva que habían mostrado: eso, sin duda, era lo que les hacía más especiales.

Nosotros, sin embargo, no, eso de hablar y buscar una solución sería simplificar mucho las cosas, eso sería atender a los miles de años de historia donde se ha demostrado y se demuestra que la lucha armada no ha servido para nada que no sea crear más odio, más dolor, y separar aún más a las sociedades del mundo. A nosotros todo lo que sean soluciones simples y que, encima, no lleguen a ningún interés económico favorable, no suelen irnos muy bien... Estamos gobernados por auténticos idiotas y como tales solemos reaccionar. Eso sí, como sociedad, no digo como individuos.

Atender a la situación del Congo, aunque sea de esta manera rápida y escasa de profundidad, hace que me indignen aún más esas frivolidades de las que hablábamos al principio. Pero, especialmente me duele, me indigna, me cabrea muchísimo que una Organizacición Mundial como la ONU se gaste 20 millones de euros en una cúpula para la Sala XX del Palacio de las Naciones de Ginebra, obra del artista balear Miquel Barceló, cosa que todavía me mosquea más, por no decir que el 40% de ese insulto a la humanidad sale de los bolsillos de los españoles como tú y como yo. De verdad que hablando mal yo flipo con la hipocresía que gobierna el mundo. Yo no digo que no viva de lujo, que no me compre ropa, que no gaste mucho dinero al año en verdaderas estupideces, pero mi pequeña hipocresía queda insultada respecto a la de los que nos gobiernan y, mucho peor, ante los que son los supuestos abanderados de los Derechos Humanos, los Objetivos del Milenio y todo lo que ello conlleva, ante los que supuestamente debemos depositar nuestra fe y esperanza de mejorar las cosas.... No, no, no... el mundo no va nada bien con cosas como estas.

Así que nos hemos gastado unos 8 millones de euros en parte de una cúpula desafortunadamente llamada de los Derechos Humanos. No hay derecho alguno en malgastar un dinero con el que, por ejemplo, se podrían haber conseguido 320 millones de vacunas contra la meningitis, o se podrían haber tratado a 56 millones de personas contra la malaria, o se podrían haber enviado 800.000 equipos quirúrgicos a lugares de conflicto, o se podrían haber abastecido a 96 millones de familias con agua potable y equipos de saneamiento.... En definitiva, sólo con lo que España ha aportado a las arcas del pintor Barceló y de sus ayudantes, se podría haber contribuído de manera espectacular en la lucha de los Objetivos del Milenio que, recordemos, tiene como fecha límite 2015. Siento una enorme vergüenza.

Hoy os he hablado del Congo, pero tengo muchos temas como este que no puedo dejar de contaros. Seguramente la mayoría estéis al día de todos estos conflictos y, seguramente también, seréis de los que, como yo, a pesar de nuestra hipocresía todavía tenemos un pequeño ápice de intencionalidad y fe en poder cambiar las cosas empezando por uno mismo y continuando con la sociedad.... Creo que temas como la inmigración incesante de África es una realidad para ser tratada y analizada, creo que lo que está haciendo Chávez en Venezuela no tiene nombre, creo que el número de niños que mueren al año es algo de lo que no podemos pasar página, creo que la hipocresía de la ONU y sus decisiones deben ser objeto de una buena crítica,... En fin, creo que hay muchos temas que deberíamos tratar para poder vivir en el mágico mundo que era el de los Fraggles, hasta que ese momento llegue nos conformaremos viendo sus diversos colores en la represeantación que Barceló ha hecho en la ONU, única similitud que he podido encontrar entre la realidad mundial y Fraggle Rock, y con otros temitas mucho más frívolos pero que nos ayudarán a hacer la digestión ante tanta, tantísima comida pesada que hay en el mundo.