Cansada del 'señor' de Putin

Camino por las calles arenosas de Chechenia. Es extraño lo familiar que me resulta todo. Escucho un sonido atronador no muy lejos de donde me encuentro. ¿Por qué no me asusto? Estoy acostumbrada a ese sonido, y eso me produce un escalofrío. ¿Qué sucede? ¿Por qué tanto alboroto? Unos niños hacen apuestas sobre cuántos serán los caídos, cuántas las amputaciones, cuántos los destrozos. ¡Qué burradas decís, ignorantes! ¡Cómo podéis hablar así! ¡Qué está pasando! -grito, pero nadie me oye-. Mi angustia aumenta a niveles desconocidos para mí: tiemblo, siento un sudor frío empapar mi frente y me cuesta mantener la mente fresca, no logro moverme, mis piernas no alcanzan a seguir a esa gente que corre, escapa, mira aterrada al cielo, un cielo cubierto de helicópteros militares -descubro ante mi asombro-. ¿Voy a morir? Lo más extraño de todo esto es que aquí hay algo que me resulta familiar. Empiezo a comprender. Esto no es real -me digo-, esto no es real. Nada cambia, todo se mantiene igual. Pi, pi, pi, pi, pi, pi -escucho-, pi, pi, pi, pi, pi, pi.... Abro los ojos, apago el despertador del móvil.

Es un sueño, evidentemente, cómo podría ser de otra forma, aunque aún conservo el canguelo en el cuerpo. Qué clarificador todo, que influenciable soy, Anna Politkovskaya es una gran cronista. Todas las palabras que acompañan cada noche mi mente cansada, y que muchas veces forman parte de mis sueños, son consecuencia de una doble injusticia: el asesinato de un pueblo y de una periodista.

Reposo, a conciencia, cada una de las crónicas que Anna comparte conmigo... la crueldad es dificilmente digestible. Y,reflexiono, desde el absoluto desconocimiento, sobre los sentimientos de una familia -como la mía- chechena, sobre la guerra y esas realidades que, sin ser irreales, me parecen complicadas de imaginar. La incomprensión de la maldad -qué infantil, ¿no?-.

Llevo bastante tiempo dando vueltas a este tema, y más aún intentando encontrar una guerra que haya tenido sentido... El final siempre es el mismo: muerte y destrucción, odio e incomprensión, incertidumbre y pena. Díme, si eres capaz, una guerra que haya valido la pena, una lucha armada que haya conseguido lo que buscaba, o sé sincero, reconoce que el sinsentido en su máximo exponente es lo que define la lucha armada, la guerra o la crueldad.

¿Y por qué estoy cansada de Putin? Porque nos lo venden como el democrático, el que ha llevado a Rusia a una situación de estabilidad y modernidad, como.... un montón de pamplinas sobre este manipulador ruso. ¡¡¡¡Si hasta Suiza propuso nominar a Putin para Nobel de la Paz!!!! ¿Qué sucede? ¿Nos hemos vuelto locos? Sólo un dato: 144 periodistas han muerto en 2007 en Rusia. Y muchos pensaréis: 'Estos periodistas, siempre creyéndose el ombligo del mundo'. Pero, amigos, uno de los primeros síntomas de democracia, libertad y derechos, es la libertad de expresión y, por ende, de prensa. ¿Por qué? Porque somos los medios de comunicación, los periodistas, los encargados de ejercer como medios de control de los gobiernos, somos los que mediamos entre la Opinión Pública y los gobiernos, somos los que denunciamos cuándo las cosas no están funcionando y cuándo sí -o al menos a priori, cuando no nos vendemos y hacemos periodismo de trincheras-. Y, ¿sabéis qué es lo que hace el señor de Putin con nosotros, los periodistas? Callarnos, por las buenas o por las malas.

Cada palabra que leo de Anna me recuerda la injusticia de su muerte y la de todas aquellas que vinieron a callar las denuncias de las violaciones de Derechos Humanos en Chechenia o actos de corrupción estatal, todas aquellas personas a las que les quitaron su vida por soñar un mundo mejor...

No, señor Putin, no. Así no son las cosas.... no, al menos, en una sociedad democrática.